Los cambios necesarios

Es el marqués de Larios. Dicen que ilustre malagueño, rico donde los había, dueño y propietario de tierras y de colonos, al que le erigieron una estatua. Junto al pedestal, en un nivel inferior aparece frente a él una mujer que muestra a su hijo como para recibir la bendición del señor feudal. A su espalda y contra ella está el monumento al obrero.
Hubo un tiempo, en épocas de contiendas nacionales, en que un grupo de personas arrancaron al marqués de su pedestal y lo arrojaron al mar y colocaron en su lugar la escultura del obrero. No duró mucho ese cambio y ocurrió que las aguas volvieron a su cauce y el marqués a su monumento.
Con motivo de la Expo del 92, un artista llamado Rogelio López Cuenca, intentó realizar la misma hazaña, pero sin arrojar al marqués al mar, sino dejándolo a ras de suelo, como reivindicación de que la Historia puede ser siempre modificada a voluntad. En aquella ocasión, como pidió los pertinentes permisos municipales, no se llevó a cabo el cambio por no contar con la autorización preceptiva.
Ahora, la estatua del marqués se ve también desde las escaleras del aparcamiento que han construido debajo de él, quizá para que se caiga dentro y que se lo trague la tierra.

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