lunes, 8 de abril de 2013

Necrópolis de Colón. La Habana

Silencio. Lágrimas que caen como piedra al vacío. Extremidades que conducen la anatomía humana por una alargada vía. Arreglos florales que acompañan la eterna morada, esa caja oscura que alberga el cuerpo inerte. La rutina del camino al sepulcro cambia de nombres, incluso de fechas, pero es siempre la misma.

Un cementerio es indudablemente un lugar triste. El dolor lo convierte en su hogar y contagia a quienes lo visitan. Tras sus muros se esconden cientos de historias, algunas míticas, otras no tanto. La Necrópolis de Colón, en la barriada habanera del Vedado, no está exenta de estas peculiaridades.

Algunos de sus panteones, aluden -en formas casi inimaginables- a viejos ocupantes. Mientras que los arcos, cúpulas y vitrales le imprimen un aire artístico al camposanto. Figuras que miran al cielo, como si buscaran alcanzar la divinidad. Rostros angelicales que velan el último sueño.

Un mundo de ingenio se esconde tras los barrotes del Cementerio de Colón. El arte que rodea a la muerte, atrapa sin dudas, la atención del caminante.

Fotos: Roberto Garaycoa / Cubadebate.

1 comentario:

Norma dijo...

Excelente relato. Gracias.