Se vende, o no

Imágenes enviadas por Bira - Nadie me quita lo bailao

Aviso: Esta entrada puede herir la sensibilidad de algún lector dedicado a la decoración y al buén gusto. Mil perdones.

Bira y Stultifer, se han ido de inmobiliarias a buscar elementos decorativos para el hall de entrada del chalé que un día se comprán. Ella uno con su costillo, y él otro con sus costillas y el sudor de su frente.

En este primer apartamento los dos coincidieron en que había un exceso de madera nada más entrar. Parecía una carpintería organizada y apenas si había espacio para recibir a un grupo de amigos, darles besos, compartir "holasquétal", entregar regalos. Además el blanco no les sentaba bien de entrada.
La decepción iba en aumento. ¿Cómo podían utilizar una escalera abierta y despejada para "ocultar" cajas a modo de armario de las basuritas? Así. A la vista del cartero, el lechero, la vecina y los testigos de Jehová. Mucha lamparita y el felpudo en el interior. Decididamente Bira y Stultifer tenían que hacer un descanso o tomar un café para sobreponerse.

De vértigo. Menos mal que han colocado al final de la escalera un florero-paragüero o similar para amortiguar caídas. Aquí han sido inteligentes y han puesto una doble barandilla. Desniveles de tal enjundia producen picor, escozor, náuseas y verdaderas roturas. Bonito carrillón de difícil visión de la hora. Así, como en un pasillo y de lado.

Aquí entendieron lo de la albombrita de entrada en el interior. Por las explicaciones de la representante era motivado a que durante el invierno, la nieve ocupaba las aceras y el único lugar donde colocarla era dentro. Por eso, prosiguió, las viviendas aquí tienen calefacción en el suelo y al llegar habitantes e invitados, se descalzan, se quedan con los gordos calcetines de lana y no pasan frío en los pies. Lo de la coronita de laurel y la ausencia de cortinas o visillos no se atrevieron a preguntar. Seguro que tenía explicación también.

Ya por la tarde Bira y Stultifer acudieron a una de las mejores zonas de venta o compra. Aún no estaban decididos y por lo que habían visitado lo iban a tener difícil. No por los precios, que no les preocupaba, sino por la primera imagen que de los inmuebles habían tenido. En este caso ambos coincidieron en que les mostraban un espacio demasiado minimalista. No querían algo rococó, pero esta mezcla de art decó, semi dadá y de coleccionismo etrusco no era para ninguno de los dos.

Tras la decepción del día llegaron aquí. Se quedaron sin palabras analiando los elementos: Un sofá negro, una guitarra española, un futbolín, una escalera adosada, una mesa con jarrón con flores y un piano. Se miraron a los ojos mientras conservaban una sonrisa congelada. "No nos gusta el color de la pared", dijeron.

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