Una tapa de wáter

-Hey, hola ¿hay alguien?

Justo cuando regresábamos nos encontramos con la tesitura de que nos han rodeado unos uniformados. No sabemos si estos hombres vestidos de policía quieren hacer el calendario de 2011 con el torso desnudo, pero el caso es que a nosotros no nos dejan pasar. Estamos en algún tipo de vórtice de entrada o de salida... El asunto en sí es que hemos regresado, lo intentamos, pero no nos dejan pasar. Nos da un poco de miedo. Apenas puedo relatar nada porque donde estamos es estar sin estar. Como el "vivir sin vivir en mí" que decía Juan de la Cruz.

Apenas podemos resumir (sin presumir) de los gastos en gasolina o en el arreglo del calentador del agua. La no asistencia a la Fiesta del Ajoblanco, pero sí a la del Día de la Cabra; las plantaciones generales durante varios días en los que nos hemos sentido árboles (hace muchos años, cuando nos drogábamos, nos convertíamos en palmeras... pero lo de septiembre ha sido diferente). Medio mercadillo, cuatro dolores de oído, un aeropuerto con jardín japonés, dos palacios, mucha cultura y poco culto a nuestro lado. Reencuentros, abandonos. Malditos abandonos, cómo se echan de menos a aquellos que te dejan por el camino. ¿Qué hacer entonces?

Y una tapa de inodoro. Blanca, radiante. Hemos comprado una tapa blanca de inodoro. Encima, ahora, también nos ha dado por cenar habitualmente. Tanto cambio no es muy bueno. A ver cómo retomamos. De momento estamos en un hotel ¿Esto es un hotel?

Ah. No hemos comprado el magnolio. El jardín se va a quedar sin él de momento.