Me contó mi amiga Carmen que estaba disgustada. Ese día no quiso salir del hotel porque no le habían comentado el lugar al que iban. Carmen es de esas personas que en todo momento deben conocer el sitio al que va, las personas a las que va a saludar, a quién va a conocer, cómo irán el resto de invitados vestidos. Ella dice no se puede presentar en la ceremonia de apertura de una inauguración de una joyería en alpargatas por mucho calor que haga, si el resto de los convidados va en traje oscuro.
Intenté explicarle que a veces hay que tener un poco de iniciativa y le puse un ejemplo: "Mira, Carmen, a todos nos ha pasado algo sí alguna vez. Un día, recuerdo, me dijeron que iríamos a comer a un pueblo playero y me puse una chaqueta de rayas, de Purificación García, unos pantalones de lino azul y unos mocasines; me miré al espejo y me vi estupendo para la ocasión.
De repente, y tras un accidente, me encuentro vadeando dunas, bajando riscos de arena y en medio de una playa salvaje sin saber muy bien dónde mirar y con el pensamiento de eliminar a la persona que no me explicó exactamente dónde ibamos.
Convencida de mi relato, Carmen accedió a salir con los demás y al regresar tenía ojos de asesina que me miraban profusamente. Carmen sacó del bolso una foto y me dijo: "Yo iba con mis tacones de aguja"
Escalera Herodiana o de los Macabeos, en Jerusalén. La escalera está situada en el sendero original que bajaba desde el Monte Sión al Valle del Cedrón, donde embocaba con la puerta oriental de la ciudad de Jerusalén. En época bizantina, allá por el siglo I, se ennoblece tallando los escalones de piedra, hoy desgastados por la erosión y el tránsito de personas y animales durante siglos.
El blog del día: Dame mis poderes