PurificaciónLa imagen evoca el momento en que la Virgen María, cuarenta días después del parto, va al templo de Jerusalén para purificarse y presentar al Señor a su hijo Jesús para cumplir con la Ley de Moisés. Como sacrificio ofreció dos palomas, tal como mandaban los cánones.
Algunos autores han querido ver en esta miniatura una evocación de un fresco de
Tadeo Gaddi en la
Santa Croce de Florencia. Es muy posible, por el diseño y disposición general de la imagen, que los
Limbourg se inspiraran en este fresco del autor italiano. Sin embargo, es muy difícil precisar de dónde vino exactamente la inspiración, porque en aquella época de cosmopolitismo artístico circulaban dibujos, bocetos y esquemas por todas las cortes de Europa.
Lo que más llama la atención es el hecho de que el personaje principal, aquél en que parece converger toda la atención, no sea, como era habitual es esta
mise-en-scène renacentista, la propia Virgen, sino una mujer joven que porta en un cesto las palomas para el sacrificio. Su actitud relajada y serena, así como sus caderas descolocadas y oblicuas, son ejemplo inequívoco del estilo francés del momento.
La Virgen, de la que surgen etéreos rayos dorados, estrecha en sus brazos al Niño; San José, vestido a la manera oriental, muestra una actitud solemne. A la derecha, algunos personajes con ropajes estrafalarios parecen haber sido creados para añadir detalles localistas. La decoración arquitectónica es barroca y detallada; las bóvedas del templo están teñidas de un rojo intenso que acentúa la solemnidad de todo el rito. Desde las ventanas de un palacio vecino del altas torres, algunas personas contemplan la espectacularidad de la escena.
DescendimientoEste Descendimiento es quizá la imagen más bella de la brillante serie que realizaron los
Limbourg para las
Horas de la Pasión. El firmamento azul sobre el que se levantan las tres cruces otorga una singular iluminación a toda la imagen, acentuada por el variado y equilibrado cromatismo de las vestiduras de los personajes principales.
Los ladrones permanecen atados en una postura inmóvil, completamente ajena al interés de los crucificados. Subidos a unas ecscaleras, tres hombres descienden, en un gesto lleno de ternura y
phatos, el cuerpo sin vida de Jesucristo. A pie de la cruz, María Magdalena, con su larga cabellera rubia extendida sobre su espalda, recuerda a las figuras de las obras de
Simone Martini. Esta impresión se refuerza al considerar toda la arquitectura escénica del grupo central. A la izquierda de la Virgen, vestida humilde pero elegantemente con el tan caractarístico azul lapislázuli, se encuentra San Juan, tendiendo sus brazos hacia Cristo en un intento de ayudar. En la parte inferior de la escena se encuentran unos niños que ya figuran en algunas miniaturas precedentes de los Limbourg. Son espectadores indiferentes, o meramente curiosos, que suavizan el dramatismo de la escena.
Del libro
Las Muy Ricas Horas del duque Jean de Berry (1413/1416 - 1485). 412 páginas 21,3x29,2.
M Moleiro Editor. El arte de la perfección.