Después de una tarde de limpieza me ha quedado el castillo reluciente. Resulta que tengo visita estos días porque se celebra una reunión importante de clérigos, amos y señores feudales. He realizado un zafarrancho sacando todo el mobliliario a los jardines, para su limpieza y aplicación de esencia antitermitas y he dejado todo sin una mota de polvo. Se me ha olvidado quitar el palo de la escoba al sacar el grabado, pero mira, ya andaba yo muy cansado de tanto pasadizo y de tanto sistema de galerías a tres niveles usado en los asedios del enemigo para esconder los tesoros.
Venga jabón y salfumán en las galerías, escaleras, pasillos y accesos pequeños, estrechos y muy raros... Todas ellas acaban en la luz de la playa, pero claro, una vez fuera, ¿cómo voy a regresar si tengo el suelo recién fregado y no he puesto periódicos?
Pues tendré que escalar por la llamada
Curvilínea caracoliensi, que me acerca en dos zancadas (o tres docenas) al hotel de Rita. No veas cómo es Rita. Ni se mueve de su silla, no vaya a ser que se le escape algún huesped o le entre uno sin controlar. Unos limpiando y otras vigilando. ¡Vaya vida! Y todo ésto, en Melilla, que ya tiene 511 años.
El blog del día: Julieta Romano