En Santander se encuentra el cementerio de Ciriego, en cuya construcción participaron muchos de los mejores arquitectos y trabajadores del mármol de la región. De hecho, es una buena muestra de las tendencias del arte funerario de finales del siglo XIX.
El proceso de construcción de cementerios en Santander desde que Carlos III promulgase a finales del siglo XVIII la Real Cédula sobre la edificación de campo santos extramuros, es sumamente interesante, adelantándose a otras grandes urbes en la creación de una necrópolis que cubriese sobradamente las necesidades de la población. Así, al auspicio de la legislación, se verificó la construcción de un nuevo y primer cementerio denominada de San Femando y enclavado cerca del Convento de las Clarisas, en la calle Alta. Pero el recinto en pocos decenios apenas si podía responder a las necesidades de los santanderinos, como lo relataba El Despertador Montañés en 1851.
El recinto presenta una estructura un tanto original respecto a otros edificios en el norte de España, lleno de significados vinculados a su función y servicios a prestar, como señaló en su momento Pérez de la Riva. La estructura en forma de cruz era para el arquitecto «emblema de la redención cristiana, a cuyo amparo se colocan los enterramientos», al propio tiempo que se prestaba muy bien para la distribución de los diversos ámbitos de los que se compone un cementerio (capilla, osario, sala de autopsias, vivienda del capellán y del sepulturero, entre otras), permitiendo adaptarse a las futuras ampliaciones y nuevas necesidades.
No hay comentarios:
Publicar un comentario